Cenando con Mónica.

Seis de la tarde: faltan tres horas para que llegue Mónica. Empiezo a preparar la cena, quiero hacerlo despacio, para que todo sea perfecto. Unos aperitivos para empezar, luego pennette con flores de calabacín y gambas y tiramisú de postre. ¡Mucho trabajo!
Seis y veinte: ya está, cena lista. Los del restaurante me traerán el pedido en dos horas.
Las nueve. Enciendo las velas. Son del chino de enfrente y se consumen a un ritmo vertiginoso. También pongo música, las 101 mejores canciones románticas de todos los tiempos. Ojalá no sea necesario escucharlas todas, me dan sueño y dolor de cabeza.
En el frigorífico espera impaciente mi principal baza para seducir a Mónica, una botella de “Berlucchi Cellarius Brut 2003”. Bueno, mi principal baza aparte de mi encanto natural.
Por fin llega ella. Llevo toda la tarde cavilando acerca de la ropa que habrá decidido ponerse. ¿Una minifalda? ¿Una mini-minifalda? Abro la puerta luciendo mi cara de chico bueno, sin embargo lo que veo me deja boquiabierto. Mónica lleva unas botas militares negras, un pantalón verde de camuflaje con anchos bolsillos a los lados y una camiseta de tirantes verde de la legión. No sé si darle dos besos o hacerle el saludo militar.
Había preparado unas ochocientos frases geniales para romper el hielo, sin embargo no me acuerdo de ninguna. Me siento un poco incómodo, las velas, la música romántica, el vino y ella que parece salida de la película ”La Teniente O’Neil”. Me gustaría hacer un agujero en el suelo, meterme dentro y desaparecer para siempre.
Menos mal que de repente vuelvo a notar el hormigueo, el que me anuncia que el maligno va a hacer acto de presencia. Esta vez casi lo agradezco, aunque me preocupa qué parte de mi anatomía utilice para sus ocurrencias. Totalmente poseído y sin control me acerco a Mónica, la empujo con suavidad contra la pared y junto mis labios a los suyos. Ella no se resiste. Noventa segundos ininterrumpidos de beso. Mi record personal.
Para ser sincero el maligno sólo ha controlado mis acciones durante los primeros treinta, después ha sido cosa mía. El hielo se ha roto, se ha desintegrado.
Ahora me siento más relajado, Mónica también. Ella se deshace de sus botas con expresión de alivio y se queda con unos indiscretos calcetines de colores. Luego, sin preguntar, extrae el disco de música romántica de mi reproductor (menos mal) y coloca un CD que llevaba oculto en un bolsillo de los pantalones. Enseguida reconozco las notas de “Not Ready To Make Nice” de Dixie Chicks. Country moderno, del bueno, del que pone los pelos de punta.
Me quedo sorprendido. ¿Qué más llevará en los bolsillos? No estoy seguro de querer saberlo.
Tengo ganas de otro beso, pero no me atrevo.
Decidimos cenar sentados en el suelo, frente a la televisión, como si fuera un picnic. El señor Guido Berlucchi (el fundador de la bodega) se revolcaría en la tumba si se enterara que estamos utilizando vasos de plásticos para su vino. Ahora que lo pienso no estoy seguro de que haya muerto todavía. En fin, da igual.
Durante la cena nos acabamos la botella y, claro, nos reímos mucho. Sobre todo cuando Mónica me revela que también su ropa interior es de camuflaje. Entonces ninguno de los dos puede contenerse y estallamos en una carcajada.
Finalmente las risas se convierten en intimidad, en deseo, en sexo. ¡Lo hacemos tres veces! Bueno, dos y media. Ninguna en la cama. Mónica odia los convencionalismos. ¡Y para qué llevarle la contraria! Lo hacemos como si nos conociéramos desde siempre, sin prisa, sin presión, sin pudor. Con mi ex-mujer nunca llegamos a estar tan cómodos el uno con el otro. Esta reflexión casi me asusta.


Ahora ella duerme a mi lado, su respiración es serena. Sin embargo yo no consigo conciliar el sueño. Tengo treinta y dos años y sólo me quedan cinco días antes de tener que cumplir con el maligno y entregarle mi alma. Sé que no volveré a ver a Mónica. Hasta la semana que viene estará de viaje y para entonces… ¡Ojalá hubiera pactado más días!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy con Shaty: tus textos invitan a seguir leyendo.
Alguien me habló de tu blog.
Abrazos