Las pelirrojas muerden (III)

Son las tres. Acabo de salir de mi hotel en South Kensington para acudir a la cita. He dormido hasta muy tarde, anoche no pude cumplir con la promesa de tomar sólo un whisky. Elijo el camino más largo, el que sube por Queensgate. Quiero bordear Hyde Park. Pasear me ayudará a despejarme. Me siento feliz. Los acontecimientos de estos últimos días me han cambiado. Ya no me duelen los errores del pasado ni me preocupa el futuro. Soy como un viajero que ha decidido despojarse de una pesada e inútil maleta. He aprendido a vivir el presente.
.......Llego a las puertas de Harvey Nichols sin casi darme cuenta. Me coloco cerca de un escaparate, alejado del vaivén de peatones, para esperar. ¿Acudirá a la cita mi azafata pelirroja? ¿Llevará minifalda?
.......A las cuatro en punto veo, a lo lejos, su melena color azafrán entre la multitud. Cuando por fin aparece a mi lado no puedo evitar estallar en una carcajada. Lleva botas militares negras, un pantalón de camuflaje, una camiseta de tirantes y una cazadora vaquera. ¡Ya he vivido esto! ¿Qué pasa en el mundo? ¿Han desaparecido las minifaldas?
.......Maeve se queda algo sorprendida por mi reacción.
.......—¿No te gusta mi ropa? —me pregunta y da una vuelta sobre sí misma para que pueda contemplar su atuendo. A continuación me estampa dos besos. Cuando sus labios entran en contacto con mis mejillas percibo el calor y la humedad de su boca. Un escalofrío baja por mi espalda.
.......—¡Me encanta! —le contesto—. Es la primera vez que tengo una cita con una chica vestida así.
.......¡Qué bien he aprendido a mentir!
.......Subimos al bar, en la quinta planta. Pido el “Afternoon Tea Harvey Nichols”. Sándwiches, cruasanes, pastelitos de mantequilla, trozos de pastel y, naturalmente, el té.
.......Tardan media hora en servirnos. Maeve aprovecha para hacerme un resumen de su vida. Me habla de su trabajo, sobre sus compañeras, dónde ha comprado sus botas. La escucho sin desviar la mirada ni un momento.
.......Por fin llega la comida. Maeve se tira de cabeza. Empieza por un sándwich de pepino, huevo y mayonesa. Yo hago lo mismo. Después se zampa un pastelito. Yo también. A continuación otro sándwich. La sigo. Sin querer, la merienda se convierte en un “cara a cara”, en una lucha para averiguar quién come más y más rápido.
.......Después de cuatro sándwiches, dos pastelitos y un trozo de pastel de queso la tarde se me hace cuesta arriba. Es imposible engullir todo eso con un té caliente. Si tuviera una Coca-Cola helada…
.......Justo cuando estoy a punto de rendirme Maeve se echa para atrás en la silla. Tiene la boca llena de una mezcla de pastel de queso y sándwich de salmón. Me mira con seriedad durante unos segundos después pierde el control y explota en una carcajada, diseminando el contenido de su boca en un radio de metro y medio. ¡He ganado! ¡He conseguido acabar mi parte de la merienda! Ahora tengo nauseas.
.......Decidimos marcharnos. Mientras recorremos la planta baja para llegar a la entrada principal Maeve se detiene de repente frente a un probador de LEVIS. Nada más que una cortinilla de tela vaquera colgando de un aro.
.......—Has ganado —me dice guiñandome un ojo—, tienes derecho a un premio.
.......Salta mi alarma interior. No me fío. Es irlandesa. Las irlandesas no soportan perder. Sospecho que busca la revancha.
.......Sin embargo no tengo la posibilidad de elegir. Maeve me coge de la manga y me arrastra al interior del probador. Sin dudarlo empieza a estirar de mi sueter hasta que consigue sacármelo. Mi alarma suena todavía más fuerte. A continuación desabrocha mi cinturón y mis vaqueros también desaparecen. En pocos segundos sólo me quedan los calzoncillos. Maeve se encuentra muy cerca de mí, sus pechos rozan mi torso, percibo su respiración acelerada. Finalmente me arranca la última prenda. Mi cerebro deja de funcionar otorgando el mando a otra parte del cuerpo.
.......De repente su furia se detiene, se aleja de mí, se agacha, recoge mis prendas del suelo y se esfuma del probador, dejándome sólo, desnudo y... muy tenso.
.......Cierro los ojos y trago saliva. ¡Lo sabía, lo sabía y lo sabía! Me la ha jugado otra vez.
.......Sin embargo no tengo tiempo a pensar, un fuerte hormigueo invade mi cuerpo. El demonio, una vez más acude al rescate y toma el control de mis acciones. Salgo del probador desnudo y, corriendo, me planto al lado de Maeve que ya se había alejado unos metros. Ella se queda atónita. Me mira con incredulidad. Una mujer anciana nos observa. Se ha tapado los ojos con las manos dejando una rendija entre los dedos para seguir mirando.
.......—¿Estás loco? ¡Nos van a detener! —me dice casi chillando y a empujones me devuelve al interior del probador.
.......Ahora soy yo quien está al mando. Con mi mano busco el camino hacia el interior de su camiseta. No se resiste. Sin embargo, cuando creo tener vía libre, un miembro de seguridad de Harvey Nichols abre de un tirón la cortina del probador y rompe la magia del momento.
.......La situación no permite ninguna clase de explicación razonable. Le aflojo tres billetes de cincuenta libras y zanjo el asunto.
.......Una vez en la calle y con la ropa puesta cogemos un taxi y nos dirigimos a mi hotel. Tengo una suite. Y un minibar sin estrenar.

.......Son las cinco de la mañana. Maeve duerme a mi lado. Me levanto para tomar una Coca-Cola. Me duele todo. Nadie me había avisado de que las pelirrojas mordieran.
.......Mientras vuelvo a la cama me doy cuenta de que hay un sobre encima de la mesita de la entrada. No lleva ningún nombre. Lo examino despacio, luego saco la hoja del interior. Escrito a mano y con letras mayúsculas aparece un número: “CRU8659”.
.......Es la cuarta vez que veo este código en dos días. Tendré que averiguar su significado
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2 comentarios:

El Vendedor dijo...

Me encanta cómo enlazas las historias en tu blog.
Creo que ya eres triunfador, sin pactar con el diablo

UN ALMA INSÓLITA dijo...

Hola vendedor. ¿Triunfador? No sé, no sé, tal vez en la próxima vida. En esta creo que llego tarde.
Ah, me alegro de volver a verte por aquí.