CRU 8659

Quinto día de pacto. Ocho de la mañana. Llevo despierto un buen rato. Tras encontrar el sobre con el código no he podido volver a conciliar el sueño.
.......Me levanto. Maeve continúa durmiendo. Sus prendas están diseminadas por toda la habitación. Tropiezo con su sujetador. Es blanco, de encaje. Mucho más pequeño del que robé a Mónica. Lo recojo. Mis dedos, como si tuvieran vida propia, empiezan a deslizarse por los suaves encajes, por los bordes, por las costuras. Una punzada de excitación me sube por la espalda. Sin embargo no es el momento. Antes tengo que averiguar el significado del código. Hago un ovillo con el sostén y lo escondo en el interior del minibar, detrás de dos botellitas de ron. Coleccionar lencería se está convirtiendo en un vicio.
.......Antes de marcharme, beso a Maeve suavemente en la mejilla.
.......Bajo a recepción. Me atiende una mujer de unos treinta años. Posee unos rasgos asiáticos muy marcados. El cabello negro, recogido en un moño desordenado y unas gafitas con una montura rosa, le confieren un aire desenfadado. Viste el uniforme del hotel. Un traje chaqueta-pantalón azul marino. Su placa identificativa pone Mee Chi.
.......Le enseño el sobre y su contenido. Quiero averiguar quien me ha dejado el mensaje.
.......La mujer echa un vistazo, después frunce el entrecejo en un intento de recordar algo.
.......—¡Conozco este código! —me dice por fin, con evidente satisfacción, como si hubiera adivinado la respuesta de un concurso de la tele—. Es el que usan en la “London Library” para archivar los volúmenes. Trabajé allí una temporada. Es antiguo, ya no se utiliza.
.......Me quedo boquiabierto. Eso tiene que ser una broma. ¿Cómo puede, la recepcionista del hotel, haber trabajado en la biblioteca donde conservan el libro al que se refiere el código que me está persiguiendo estos últimos días? ¡No hay quien se lo crea! Ahora, sólo falta que me ofrezca su ayuda.
.......—Mi turno está a punto de terminar —continúa ella—, si quieres puedo acompañarte. No podrás consultar ningún libro si no eres socio.
.......¡Joer! Además adivino.
.......Acepto la oferta con un ligero movimiento de la cabeza. Y con una sonrisa.
.......—Dame cinco minutos, quiero quitarme el uniforme.
.......De repente la imagen de Mee Chi con un pantalón de camuflaje y unas botas militares toma forma en mi cabeza. ¡Eso ya sería demasiado!
.......—¡No, por favor, no lo hagas! —le contesto con inquietud.
.......Mee Chi da un paso hacia atrás. Y me examina en silencio. No sabe como interpretar mi reacción. Yo, para salir del apuro, le hago una reverencia al más puro estilo oriental. Y casi me doy con la cabeza contra el mostrador. Funciona, consigo arrancarle una sonrisa.
.......En cinco minutos estamos en un taxi, hacia St. James's Square.
.......—¿Por qué no has querido que me cambiara el uniforme? —me pregunta una vez sentados en el interior del vehículo.
.......—Porqué ibas a ponerte un pantalón de camuflaje y unas botas negras militares —contesto con seguridad.
.......—¿Pantalones de camuflaje? ¿Botas negras? ¡Qué tío más raro eres! Iba a ponerme una minifalda. Me encantan las minifaldas.
.......¡Joer!

Llegamos a “The London Library”. Entramos. Mee Chi se abre paso con desenvoltura entre los visitantes, se planta en el mostrador y entrega el papel con el código a la encargada de las consultas.
.......La bibliotecaria lo estudia con atención. Luego mueve la cabeza de lado a lado.
.......—Este código pertenece a los “INCLASIFICADOS”. Lo siento, no es cosa mía. Tendré que llamar a Miss Potter. Es la única que se aclara allí abajo.
.......— ¿Miss Potter? ¿Allí abajo? —pregunto yo.
.......—Sí —contesta Mee Chi—. Debajo del edificio principal se encuentra el antiguo almacén. Una infinidad de pasillos, túneles y salas. Ya no se utiliza. Quedan allí sólo unos pocos libros. Textos sin importancia o en mal estado. Miss Potter es la bibliotecaria con más antigüedad. Estuvo al cargo del almacén durante más de treinta años.
.......Nos sentamos a esperar.
.......Finalmente Miss Potter se materializa frente a nosotros. Es una mujer anciana, diminuta, de aspecto frágil y movimientos lentos. Mira la hoja con el código y, sin delatar emoción alguna, nos indica que la sigamos. Cruzamos dos salas de techos altos y de amplios ventanales. Luego torcemos a la derecha y bajamos por una escalera de caracol. Por fin entramos en el antiguo almacén. Las blancas paredes de la zona superior dejan paso a unos muros irregulares, una mezcla de roca y hormigón. Unas viejas bombillas proporcionan algo de claridad.
.......Recorremos durante casi diez minutos estrechos pasillos, torciendo a la izquierda y a la derecha cada pocos metros. Con pavor me doy cuenta de que no sabría volver solo. Unas gotitas de sudor aparecen en mi frente. Finalmente la anciana detiene su marcha y entra en una pequeña sala. Una decena de libros descansan en una estantería de madera.
.......—¡Tiene que estar aquí! —dice Miss Potter, con apenas un hilillo de voz—. Esos son libros sin clasificar, libros que no hubieran tenido que escribirse nunca.
.......Acto seguido empieza a buscar, a comprobar los códigos uno a uno.
.......—¡No está! ¡Aquí no! —afirma con seguridad— y me señala la habitación de enfrente, donde sólo hay una vieja mesa de madera. Y un cofre de metal sobre ella.
.......—¡Allí! —me dice cogiéndome del brazo—. Allí está, dentro de la caja.

1 comentario:

Alicia desde la madriguera dijo...

Estoy IN-TRI-GA-DA.

Que lo sepas...

Un beso.